domingo, 31 de agosto de 2008

ARTÍCULOS POLITEMÁTICOS Y RESEÑAS LITERARIAS


CHARLIE MIRALLES, 2009 (DESPUÉS DE CRISTO Y ANTES DE PERDER EL AUTOBÚS)

Charlie Miralles, nacido el 26 de abril de 1964 en la cárcel de Yeserías debido a la condición de su padre como director de la prisión, es un hombre carismático, sencillo y polifacético que merece la pena conocer y adentrarse en su personalidad. Su excelente humor y su buen talante ante la vida le han conducido a escribir su autobiografía cuando todavía le quedan infinidad de experiencias por compartir. Promotor musical, actor y escritor, en la actualidad practica las relaciones públicas en el equipo de promoción de Artime Ediciones. Según sus propias palabras se puede perder lo que sea pero nunca el sentido del humor. Con esa clave de comicidad ha escrito su libro 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús, un espacio donde la tragedia cotidiana se da cita con una ingenuidad que enternece. Y es que la porción de vida que Charlie nos cuenta en estas páginas es una historia cruda donde el autor se expansiona, se esparce entre las líneas otorgando al lector la oportunidad de formar parte del entramado de su verdad, una realidad que atrae por su cercanía en el tiempo, ya que abarca una época que vivimos muchos de nosotros. Los momentos tristes provocan lágrimas que desembocan en una carcajada en el próximo párrafo provocando una extraña sensación en el lector, que se ve envuelto en una tragicomedia tremendamente actual en la que él mismo podría ser protagonista. De hecho, todos los personajes de la novela son reales; Charlie Miralles contactó con ellos y recordaron juntos las anécdotas.
En el libro se tratan temas tan habituales en nuestros días como la violencia de género, las tribus urbanas y el problema de las drogas. La novela se desarrolla en Madrid, en el barrio de Argüelles, donde Charlie pasó la mayor parte de ese tiempo, aunque nombra a Alicante, ya que el autor veraneaba en Torrevieja, localidad donde residía la familia de su madre. La movida madrileña, con su fuerza ochentera es absorbida por Charlie con el entusiasmo y el deleite de una juventud sin fronteras, obnubilada por el estallido de la recién estrenada democracia. El autor no sólo narra las vicisitudes de su adolescencia, también cuenta las peculiaridades de su dura infancia, envuelto en una situación de constante maltrato y entristecido por la enfermedad de su madre, a quien dedica la última frase de la novela que figura incluso después del epílogo bajo una imagen de un árbol con un banco vacío apoyado en su tronco y que dice así:

-Para mí era la mujer más guapa de Argüelles

Respecto a su trayectoria profesional, Miralles ha desempeñado su labor como promotor musical durante mucho tiempo y ha lanzando a la fama a varios grupos musicales y a algunos artistas independientes. Trabajó siete años con Miguel Bosé al frente de su compañía discográfica y afirma que gracias a él ha aprendido a no juzgar a la gente. En un video que se puede ver en Youtube, Bosé recomienda la lectura de este libro. Participó como actor en un corto de Julio Medem. En su faceta como escritor, Charlie ya está preparando su próxima novela, que no tendrá nada que ver con su vida, ya que cuenta una historia ficticia.
Entre las frases que podría usar para definir 1964 después de Cristo y antes de perder el autobús destaco: mezcla sutil del drama y la comedia, historia de superación personal, retrato del Madrid de los sesenta a los noventa, aventura real no exenta de mordacidad, autobiografía desnuda...aunque quizás se podría resumir todo esto en una sola palabra: emoción.
Dice Charlie Miralles: No pretendo hacer terapia sino provocar sonrisas y sentimientos. Y lo ha conseguido. Gracias, Charlie.

María José Arques Cano



























PASIÓN Y FE
EL VIAJE INICIÁTICO DE UNA MUJER HACIA LA BÚSQUEDA DE SÍ MISMA




Maritza López- Lasso, novelista, poeta y dramaturga, nació en Coclé, en Panamá. Es diplomada de Ingeniería Civil por la Universidad Tecnológica de Panamá, donde fue profesora hasta 1987. Ha vivido en Francia y en Italia. En la actualidad reside en Suiza, lugar en el que se dedica a la literatura desde 1996. En el año 2002 vio la luz su primera novela, Ajuste de cuentas, en la cual Narra la imposible reconciliación de dos hermanas enfrentadas y trata el tema de la marginalidad de la mujer .
Pasión y fe, su segunda novela, narra una historia de ficción, con personajes que aluden a situaciones reales y que ahondan en los secretos de la fe Bahá’i, abanderada por su líder espiritual, Bahá’u’llah, profeta fundador de esta religión. A través del personaje principal, una mujer llamada Nora, la autora pone de manifiesto las irregularidades existentes en esta disciplina religiosa y las extiende a otras creencias donde se dictan unas normas que pueden ser viables, pero la realidad cotidiana es otra más subjetiva y adaptada a cada personalidad individual.
A través del apasionado amor entre Nora y y Grant, un soldado de la guerrilla en El Salvador, Maritza indaga en el lado más doloroso del amor, el de la traición. La pasión entre Nora y Grant es condenada por la religión Bahá’i, y los dos son expulsados y obligados a cortar todo contacto entre ellos. Bajo esta prueba de fe permanecen por un tiempo, aunque la verdadera fe la tienen el uno en el otro, algo que al final de la novela es descubierto con gran satisfacción para el lector, ya que Grant y la hija de Nora se encuentran quince años más tarde y comentan las memorias escritas por ésta última antes de su muerte. La lectura de este diario cambia la percepción de la vida que tienen estos dos personajes.
Es importante destacar el personaje de Diosa Rey, una sabia que ayuda a Nora a encauzar el camino para encontrar su verdadero destino, cuando le cuenta algunas historias sobre reencarnaciones y otras vidas. Es curiosa la frase en la que Diosa Rey explica la razón de la existencia de las diferentes creencias:
“Las religiones existen para servir de luz a la masa que se encuentra en la oscuridad, pero una vez que se está suficientemente iluminado la religión es obsoleta”
La gran carga espiritual del libro conduce al que lo lee hacia el encuentro consigo mismo, hacia la búsqueda de su yo interior, sin caer en dogmatismos innecesarios, divirtiendo, solazando con la trama urdida por la autora para sus personajes, que viven escenas en las que son embriagados por los sentimientos frente a las normas impuestas por algunos sectores de la sociedad en la que subsisten. Es Pasión y fe, una novela en la cual la emoción disfruta de su papel relevante introduciendo a través de ella una llamada hacia la tolerancia y una crítica hacia ciertas actitudes coartadoras de libertades.
La autora nos recuerda algo que a veces, con el devenir cotidiano se nos olvida: la importancia
de poner pasión y fe en nuestras vidas.



LOS RELATOS URBANOS DE NATALIA CARBAJOSA




Tras la publicación de dos poemarios titulados Los puentes sumergidos y Pronóstico, Natalia Carbajosa Palmero, nacida en El Puerto de Santa María, profesora de inglés y directora del Servicio de Idiomas de la Universidad Politécnica de Cartagena, nos ofrece un libro de relatos muy actual, realista, tremendamente contemporáneo, repleto de historias cotidianas, donde los personajes se suceden de forma rauda, dejando en el aire su chisporroteo fugaz, aunque persistente. Personajes de variados estamentos y roles sociales, de diferentes profesiones se dan cita en esta obra, y muestran sus miedos, sus obsesiones, sus preocupaciones o sus pensamientos. Al terminar el libro, da la sensación de haber dialogado o escuchado a las personas que nos cruzamos cada día por la calle o en el supermercado. Da la impresión de que han contado sus cuitas, sus acontecimientos diarios, que se han entregado.
Patologías es el título de este libro, que se ha llevado el premio “Libro murciano del año” en la categoría de relatos, galardón que le fue entregado a su autora, el pasado veinticuatro de abril en la Biblioteca Regional de Murcia. Patologías pertenece a ese grupo de publicaciones que están vivas. Natalia ha conseguido que vibre cada página, cada palabra, recreando estampas del día a día, de cada uno de nosotros. En los efectos de cualquier patología, existe cierta parcela de vulnerabilidades humanas que rozan, sin duda, lo entrañable, lo admirable. Así, los personajes de este libro aparecen aquejados de síntomas muy cercanos a lo surrealista, y por lo tanto a lo realista, hecho que transporta al lector a un estado de relajación humorística continuado y digno de agradecimiento. Por resumir al máximo los conceptos, yo definiría Patologías como un testimonio urbano con una prosa discursiva de notable intensidad, mordaz y de ágil lectura.
Sin embargo, he de extenderme un poco más para tratar un sector que yo calificaría de subliminal y que percibo muy importante en Patologías por su labor de incitación a la lectura. Me refiero a que Natalia Carbajosa delega en el lector la difícil tarea de decisión relacionada con la displicencia, con el atroz conformismo de los personajes, un reto que merece la pena afrontar.



MIRAR LA CIMA



(JUNIO, 2006)


Publicado en el diario Las Provincias


Desde mi infancia recuerdo las Hogueras de San Juan asociadas a un tema de altura. Siempre resultó muy importante para mí esa parte de las hogueras que posee el privilegio de rozar el cielo. La mezcla entre los colores en la cumbre de los monumentos fogueriles, y los matices naturales que ofrece a los ojos la visión del firmamento produce en mí un particular conjunto de sensaciones que me conducen a sacros agradecimientos.
Se recrea el artista en las alturas con especial interés y eso provoca un inmenso placer en las retinas de los alicantinos, que en sus matinales paseos inclinan sus absortas cabezas aunque el sol les moleste con sus incómodos deslumbramientos. La magia se transmite.
Este milagro de la percepción alcanza para mí su instante más hermoso, su momento más exultante, en la Nit del Foc, el veinticuatro de junio, cuando la cúspide colorista se pierde en la gama de rojos infinitos; cuando la llama cálida, ígnea, negra en el vértice, quizás por su afán de fundirse con la noche, se alarga poderosa hacia lo alto sumando centímetros al impresionante monumento de cartón, que ya no pide ayuda, pues prefiere entregarse a la bóveda celeste.
Mantengo viva la esperanza de que, a pesar de las lesiones cervicales que me ha producido una caída que sufrí en mayo, pueda un año más disfrutar de estos privilegios que me han sido otorgados por ser alicantina, por residir en mi amada terreta. La semana pasada, oí un castillo de fuegos mientras reposaba mi cuello en el sofá. Creo que mis vértebras también lo escucharon, ya que desde esa tarde, he experimentado una gran mejoría.
Me encuentro muy feliz porque, a pesar de todo, el destino no me va a negar la posibilidad de…mirar la cima.





IMÁGENES DE UN MUNDO MIRONIANO


La relación de la obra de Gabriel Miró con el cine se puede calificar de efímera. Tres obras del escritor alicantino han sido llevadas a la pantalla, Las cerezas del cementerio, Nuestro Padre San Daniel y El obispo leproso. Estas dos últimas han sido
emitidas en una única serie de televisión. Además, uno de los capítulos del espacio televisivo Los libros, estuvo dedicado a la novela El obispo leproso.



LAS CEREZAS DEL CEMENTERIO

Sin duda, al presidente del Festival de cine de Alfaz del Pi, Juan Luis Iborra, director de la película, le debió resultar complicado plasmar la realidad de la época en la cual se desarrolla la novela, ya que a la complicidad que cualquier adaptación de un libro conlleva, se añade que en Las cerezas del cementerio, sólo encontramos una referencia histórica concreta, a saber, la alusión a la Buena Prensa, que es el nombre que se le daba a las instituciones de prensa de carácter católico, las cuales trataban de promocionar la consolidación de las buenas costumbres, con sus textos y con los eventos que organizaban. Este detalle, de suma importancia, lo descubrí con la lectura de una nota aclaratoria de Miguel Ángel Lozano Marco, en su edición de Las cerezas del cementerio, y es un hecho que añade dificultad a la labor del cineasta alicantino. Sin embargo, el resultado de la adaptación escénica es muy positivo, y las imágenes nos llevan, nos inducen, a la recreación en las estampas de aquellos tiempos.
La cinta fue producida por Coral Valencia y está fechada en el año dos mil cuatro. Se emitió en Televisión Española el uno de enero del año dos mil cinco. Fue financiada por la Generalitat Valenciana. Además, colaboró en la puesta en marcha del proyecto, la Obra Social de la Caja de Ahorros del Mediterráneo.
El film fue estrenado en el cine ABC Park de Valencia y se emitió en Televisión Española en forma de miniserie de dos capítulos de una hora de duración cada uno. Se rodó en Rocafort, Alcira, Polop, El Puig, Bétera, Picaña, los Jardines de Monforte, la playa de la Malvarrosa, la iglesia de Campanar, el Museo del Ferrocarril, el Salón de Cristales del Ayuntamiento de Valencia, la Estación de Algodor, en Toledo, el hotel Ritz y el Casino de Madrid. La mayor parte de los escenarios son levantinos, aunque no lugares alicantinos.
El film fue interpretado en sus principales papeles por: Concha Velasco, en el papel de Beatriz, Félix Gómez, que encarna a Félix Valdivia, Xavier Elorriaga, Álvaro de Luna, Juli Mira, Rebeca Valls, Empar Ferrer y Magüi Mira. La mayoría de los actores son de procedencia valenciana.
Existen unas marcadas diferencias entre el libro y la película, que pueden llegar a disgustar al espectador que antes haya sido lector. Estos detalles, algunos de mucha importancia, pueden resultar rayanos en lo exagerado. El mayor de los ejemplos es que, parte de la acción, en la película, se desarrolla en un tren, y en la novela, en un barco. Es tarea ardua intentar comprender los motivos que empujaron a Juan Luis Iborra a cambiar de un modo tan contundente el lugar donde tienen cita unos acontecimientos que, sin duda alguna, son relevantes para la comprensión de la trama, desde la perspectiva de la introducción de los personajes, así como del estilo literario de Gabriel Miró, con su frecuente descripción emocional de los paisajes.
Al visionar la cinta, se añora la riqueza de léxico de los diálogos mironianos, aunque he de reseñar que en el guión cinematográfico se escucha una frase en la voz de Beatriz que puede llegar a resumir, si cabe, la relación de Gabriel Miró con las emociones, con las sensaciones. Me refiero al momento en el que Beatriz le dice a Félix: -No les hagas caso. Es hermoso dejarse llevar por la emoción. Pienso que el novelista, en este caso, ha conquistado las raíces internas del guionista, que transmite, a su vez, en el film, sus propias percepciones, adquiridas al leer la novela.
El libro se presenta repleto de pequeñas y grandes transgresiones. La más significativa de estas pequeñas hazañas reivindicativas de los personajes es la ingestión de las cerezas del camino del cementerio por parte de Beatriz y de su hija, Julia. Iborra destaca la importancia de este pasaje y lo enmarca en una larga secuencia.
Al comienzo de la cinta, ya se muestra una situación propensa a la infidelidad posterior cometida por Beatriz. Se trata de la confesión que le hace ésta a su hermana, en la que se refleja la gran insatisfacción matrimonial que siente la protagonista. También, desde el principio, se muestra a Félix Valdivia, que es todo amor, como un joven alocado, de carácter voluble y débil, proclive a vivir una pasión romántica y fugaz.
Una escena de gran belleza vital es aquella en la que Beatriz lee la carta que, con anterioridad, ha escrito a su hermana, mientras Félix, al fondo, cava en el jardín. El espectador es envuelto en el amor de los protagonistas, desde fuera, como si descubriera unos sentimientos que ni los mismos amantes conocen.
La luna, presente en la obra de forma reiterada, también ocupa su lugar en la cinta, en una preciosa secuencia en la cual Félix contempla absorto el blanco satélite, ensombrecido por alguna nube pasajera y nocturna.
El paralelismo evidente entre Félix Valdivia y su padrino, Guillermo Valdivia, tantas veces observado en la novela, Juan Luis Iborra lo retrata de forma magistral, en varias ocasiones a lo largo de la película. Es encomiable la escena del baile de disfraces del Casino, en la cual Iborra utiliza una técnica infalible para poner de manifiesto la similitud de los dos Valdivia. Me refiero al doble papel, ya que Félix Gómez interpreta los dos personajes. Así, podemos ver a Guillermo Valdivia con el mismo aspecto físico que su sobrino, nacido varios años después.
Como nota curiosa, quiero añadir que la dirección de Lamberth, Beatriz y Julia es: calle Gabriel Miró, nº 10. Otro dato reseñable es que Iborra no olvida nombrar a José Martínez Ruiz, Azorín, en uno de los diálogos.
Juan Luis Iborra ha dicho de la novela: “Las cerezas del cementerio refleja la pasión y el conocimiento de Gabriel Miró por los personajes femeninos enmarcados en una gran historia de amor de dos personajes avanzados en su tiempo y oprimidos por los corsés de una época”.



NUESTRO PADRE SAN DANIEL Y EL OBISPO LEPROSO


Con el título de El obispo leproso, se emitió la serie de televisión dirigida por José María Gutiérrez González, y que engloba dos obras de Gabriel Miró, Nuestro Padre San Daniel y El obispo leproso, denominadas las novelas de Oleza.
La serie se emitió en 1990 en Televisión Española.
El reparto cuenta con nombres relevantes dentro del cine español. Silvia Munt es Paulina, Tito Valverde, Don Magín y Mercedes Sampietro encarna a la tía Elvira. La pareja formada por María Fulgencia y Pablo está protagonizada por Lydia Bosch y Aitor Merino respectivamente. La música original es de Alejandro Massó y la excelente fotografía corre a cargo de Rafael Casenave.
El rodaje tuvo lugar en diferentes escenarios de la geografía española: Plasencia (Cáceres), Mula (Murcia), Belchite (Zaragoza) y Orihuela (Alicante).
La figura del narrador propicia un acercamiento intenso de la serie televisiva a la obra escrita, ya que algunas frases son trasladadas literalmente de la novela a la voz de éste, que en algunas ocasiones nos deleita con párrafos enteros de las dos obras del autor alicantino.
El rico y variado vestuario nos transporta a la época sin dificultad. Son destacables, en este sentido, las escenas en las que el director se recrea en las procesiones de Semana Santa.
No ha pasado por alto el director de la cinta, la clara diferencia entre las clases sociales, patente tanto en Nuestro Padre San Daniel como en El obispo leproso. La distancia entre los estamentos de la sociedad queda reflejada en varias escenas en las que los “niños pobres” insultan a los “niños ricos”. Pablo Galindo, el hijo de Don Álvaro, es increpado en algunas ocasiones llamándolo “el señorito”.
Las mentalidades que conviven en las dos novelas son plasmadas con eficacia en el film, donde el conservadurismo más radical choca y cohabita con el progresismo. Así mismo, el asfixiante poder de la Iglesia Católica se observa en cada secuencia, incluso cuando la acción se desarrolla fuera de un entorno religioso.
Las secuencias en las que se muestran los pasajes relativos al proceso amatorio entre María Fulgencia, la monja, y su ángel, Pablo, son de una elegante belleza escénica, comparable al texto literario de Miró. Amor divino y amor humano se funden en uno sólo, se condensan en el amor que siente María Fulgencia por Pablo. Según este concepto, Pablo se convierte, a los ojos de la joven, en un emisario celestial; es llevado a la pantalla con gran maestría, en particular en las escenas en las que el venerado ser angélico dirige el rezo del rosario. El director juega con la cámara; acerca y aleja la imagen de los dos enamorados, a su debido tiempo, consiguiendo un efecto atrayente en el espectador, que se involucra, de manera incondicional, en esta curiosa experiencia pasional y mística. El apreciado valor que el escritor alicantino otorga a las percepciones sensoriales, transmitidas por la visión de los paisajes naturales, se concreta en la figura de Pablo Galindo, cuando va apareciendo entre los naranjos del huerto de su maestro y rival, don Amancio.
La unión de situaciones contrastadas, propia de las novelas de Miró, se hace evidente en múltiples ocasiones en la serie de televisión, donde Manuel Gutiérrez González no disfraza en absoluto esta técnica visual y convierte la película en una sucesión de atractivos contrastes.



LOS LIBROS


Con María Kosty, en el papel de María Fulgencio, y Juan Ribó, interpretando a Pablo Galindo, Televisión Española dedicó un capítulo de la serie Los libros, a Gabriel Miró, más concretamente, a El obispo leproso.
El capítulo, que incluye un documental de Orihuela, tiene como presentador al poeta y ensayista granadino Luis Rosales Camacho, miembro de la Real Academia Española, fallecido en mil novecientos noventa y dos.
El guión y la dirección corrieron a cargo de Julio Diamante, que también se detuvo en la figura del ángel, Pablo Galindo, así como en la amistad de éste con el obispo.
El esfuerzo de estos cineastas es digno de elogio, sin embargo, el mundo de emociones internas que se desprende de la lectura de las obras mironianas, convierte a éstas en novelas difíciles de adaptar al cine. Por esta razón, la experiencia cinematográfica del espectador, dista mucho del mundo de beldad narrativa que infunde al lector la palabra escrita por Gabriel Miró.












AROMAS INOLVIDABLES
Publicado en el diario Las Provincias

Hay aromas que no pueden olvidarse. Quedan impregnados en el tiempo para siempre. Hablo de esas esencias guardadas en frascos grandes o en pequeñísimos recipientes pero que perduran a través de los años y que ambientan con su fuerza aromática los lugares por donde pasan cada vez que vuelven a abrirse.
Por eso algunas tradiciones no deben morir y no fenecerán jamás. Por eso cada año se abren los sagrados pebeteros que esparcen sus fragancias por un hermoso tramo de la nacional 332, un tramo de carretera que vibra al unísono durante un día en el que el sentir alicantino se hace presente. Me refiero al camino que conduce al Monasterio de la Santa Faz, una senda que se recorre con un particular entusiasmo colectivo, con un latido único y compartido.
La Santa Faz me huele al mar del Postiguet, a dátil levantino, a esencia de azahar, a tomillo fresco, a rollitos de anís con aguardiente, a tortilla de patatas, a pintura de ninot, a incienso, a pólvora de fuegos artificiales, a coca amb tonyina y bacores, a fuego crepitante, a paella, a horchata con rollitos morenos, a los besos de mi madre, al recuerdo de mi padre…
Pero en especial, creo que el olor más característico de esta romería tan alicantina, es el olor a terreta, y a mi entender, no hay perfume que pueda igualarse a éste. Queda en el aire tras la peregrinación durante meses, sin perder su integridad ni su pureza. Doy fe de ello, porque recorro en mi coche ese itinerario todos los días del año, camino de mi trabajo.
El tumulto se va, con su armónico sonido de empatía; desaparece tras la romería el clamor de las gentes, pero quedan plasmadas en el asfalto las promesas, los sueños, las oraciones, los deseos fervorosos y las vivas ilusiones de todos los que cada año caminamos por el sendero que conduce a ese rostro tan amado…la Santa Faz.
Hay aromas que no pueden olvidarse…

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