martes, 8 de marzo de 2011

LOS RECUERDOS DE MI VIDA LABORAL EN EL Día Internacional de la Mujer Trabajadora

LOS RECUERDOS DE MI VIDA LABORAL


Mis recuerdos laborales son una mezcla dantesca de la vida con la muerte, del dolor con la alegría, de la risa con el llanto. Y hablo de recuerdos porque en las salas donde ahora luce la historia antigua de Alicante encerrada en urnas de cristal, viví momentos inolvidables que me marcaron para siempre. Luego fui trasladada al Hospital de San Juan y allí, como telefonista desempeño mi labor en turno rodado, ofreciendo mi voz como único contacto con familiares y pacientes, salvo cuando impartí el taller de poesía para pacientes psiquiátricos, algo que busqué con ansia, pues me urgía ese contacto humano con el paciente que ya había probado en el Hospital Provincial y que desde antaño añoraba.

En el Hospital Provincial trabajé en diferentes servicios y conocí distintas facetas humanas, tanto de mis compañeros como de los pacientes. Me comuniqué a diario con los presos de Foncalent, a los que llevaba en secreto tabaco y revistas. Y al mismo tiempo me iba a almorzar con los policías que los custodiaban. Conocí de cerca el cáncer en casi todas sus variedades y fases y el VIH. Tuve en mis manos vísceras humanas y limpié la cámara mortuoria introduciéndome en ella como si fuera un cadáver y me pinché en Radiología con una jeringuilla con la que había sido inyectado un preso con Hepatitis C, algo que nos preocupó bastante, tanto a mí como a mi familia y a los directivos y doctores del Hospital, pero no me contagié, aunque tuve que vacunarme durante cinco años y hacerme las pruebas del sida también cinco años después, dando negativo. Todo esto que ahora cuento aquí es una mínima parte de lo mucho que he vivido durante estos años y sobre todo es muy poco para las experiencias que he adquirido a nivel personal.

Una de mis conclusiones más importantes extraídas de este tiempo es que el trato con las personas que se encuentran en momentos difíciles es básico para el crecimiento personal de quien escucha. Cuando comencé a trabajar, en 1985, era inmadura e inexperta. Es cierto que nunca dejamos de crecer y que en muchos aspectos soy todavía una niña, pero una gran parte de mi madurez se la debo a mis años en el Hospital Provincial de Alicante y no puedo evitar derramar alguna lágrima cuando paso por delante y lo veo convertido en museo porque las experiencias vividas en aquellos pasillos fueron muy fuertes. Ahora mismo casi estoy llorando. Hace dos años fui al Museo Marq con un compañero de Auca de las Letras, Francisco Alonso Ruiz, a la presentación de la Senda del Poeta, Miguel Hernández y al ver la escalera que conducía a los despachos del piso superior sellada con un cartel en el que se leía Prohibido Pasar, las lágrimas recorrieron mi cara sin poder evitarlo, ante la estupefacción de la gente. Podría escribir un libro con todo esto , pero ya tengo demasiados libros escritos que no puedo publicar.

Cualquier trabajador de hospital se desenvuelve en medio de la crudeza de la vida y de la muerte. Yo podría decir que "todos somos polvo" pero quizás quedaría un poco de Bécquer. Eso sí, puedo decir que aunque ahora mi trato con el paciente es mínimo, la esencia que en mí perdura desde entonces es que todos somos por encima de cualquier otra cosa líquidos orgánicos: sangre, orines, heces, sudor, vómito, flujo y semen...


1 comentario:

JUAN dijo...

No envidio las experiencias de quienes trabajan en la medicina y similares,quienes ven o manipulan los cuerpos cuando ya no tienen alma.

Cuando era pequeño lei en algun sitio que el hombre no tiene mas de cinco litros de sangre circulando por su cuerpo.
Que poca cantidad....pense,y que importante.

En mis lecturas de entonces,mis peliculas,no podian faltar los buenos conquistando o defendiendose de los malos.
Casi siempre moria el amigo del heroe y a veces incluso era el mismo el que perdia la vida sacrificandose en el instante final.

La carga de la brigada ligera,indios y vaqueros,los mosqueteros....
Y aquel soldado mercenario con mostacho que empuñaba su espada de caballero español y aparecia despues de muchos años diciendo: "Me llamo Iñigo Montoya,vos matasteis a mi padre,preparaos para morir"

Astucias,habilidades,punteria,fortaleza,rapidez o suerte en el combate ya no parecian tan importantes.
Corazas,fusiles,cimitarras,el favor de los dioses......
Y al final la diferencia entre la vida o la muerte,la gloria o el olvido podia ser conservar o derramar una sangre que apenas colmaria unas pocas copas.

No somos nada diria el otro.

Todo lo que nos rodea lo podemos medir,pesar o analizar pero estas magnitudes a veces confunden su importancia.

Lo volvi a comprobar años mas tarde,cuando aparte la nariz de los libros y me dedique a buscar la princesa de la que hablaban los cuentos.

El camino que iba desde mi instituto Miguel Hernandez hasta mas alla de la Chimenea solitaria podia hacerse muy largo bajo el sol de mediodia en mayo.
El infatigable canto de las chicharras podia ser realmente molesto, pero si caminabas pensando en Ella... no sentias calor ni fatiga y la caminata con la cartera a cuestas duraba un suspiro.

Ella dominaba el mundo,mi mundo.
El paraiso iba alla donde ella fuera.La luz,la belleza,la felicidad,la promesa...

Era todo eso y sin embargo la primera vez que la estreche entre mis brazos me sorprendio en cambio lo poco que pesaba,la relativa facilidad con que podia levantarla.
Me resultaba inesperado que ella,que tantas sensaciones me provocaba,reducida a numeros no dejaba de ser una persona,una muchacha que podia manejar fisicamente.
Mas o menos claro.

Otro dia seguire con este tema.