domingo, 1 de noviembre de 2009

ESCRIBIENDO EN NOVIEMBRE DE 2009

CANCIÓN DE AMOR



Ven.

Volvamos a inventar la luz

que un día nos vistió de azul,

libre y cercana.


Y así,

perdidos en la inmensidad

del sueño con su realidad,

pactemos un mañana.


Que ya no quedan cartas que enviar

ni eventos que conmemorar.

Que aún nos queda voz para cantar

y versos para recitar

en tibias madrugadas.


Ven.

Volvamos a inventar la luz

que un día iluminabas tú

con tus miradas.


Y allí,

donde no exista la mediocridad

de la desesperante vacuidad

pintemos la alborada.


Que ya ha borrado un virus los mensajes

que en horas pernoctadas me enviaste.


Ven.

Volvamos a inventar la luz

que un día nos vistió de azul,

libre y cercana.


Y así,

perdidos en la inmensidad

del sueño y de la realidad,

pactemos el mañana.




CRISTINA


Manipuladora y sagaz, Cristina salió a la calle dispuesta a poner en marcha su último plan. El insomnio de la noche la había conducido a elaborar una nueva trama. A las dos de la madrugada, ya harta de dar vueltas en la cama, se había tomado un Myolastan. Este medicamento provocaba en ella un extraño poder que propiciaba la maquinación. Se dirigió a su puesto de trabajo pensando que "hoy podía ser un gran día y así se lo había planteado". Sacó de la caja registradora quinientos euros y los introdujo en el bolsillo de la chaqueta de Elena, su compañera. Después llamó a la puerta del despacho de su jefa. Tardó en contestar. La puerta se abrió y Elena salió del despacho.

-No quisiera perjudicar a nadie pero en la caja faltan quinientos euros y creo saber dónde están.

La jefa dijo:

-Y bien, ¿dónde están?

- En la chaqueta de Elena.

Salieron del despacho y Sonia, la jefa, hurgó en los bolsillos de una gabardina marrón que lucía colgada en el perchero.

-Disculpe, ésa es su gabardina, no es la chaqueta de Elena- argumentó Cristina sacando de la chaqueta verde los quinientos euros.

- Disculpa tú, querida. Esta noche Elena durmió conmigo e intercambiamos las prendas. Nos casamos la semana que viene y tú estás despedida.



CARLA


Carla sabía que nada sería perfecto sin su nombre. Pero el destino la había llevado a ese camino en el que la vida esperaba con la fuerza de un volcán ignoto y ya no había posibilidad alguna de retroceso. En el umbral esperaba la playa de Urbanova, con sus doradas en la profundidad y su mabre en la orilla. Ella ya había preparado su tita para el fondo y su lombriz pequeña para el espumoso lugar donde rompían las olas de su futuro. Tenía que pasear por el Benacantil y hundir de nuevo sus raíces en la tierra que amaba. Tenía que cantar "som fills del poble que té les chiques com les palmeres de junt al mar" y "la manta al coll y el cabasset senan d'anar a prendre el fresc al Postiguet". Tenía que oler el tomillo del sendero levantino. Tenía que bailar sobre la hoguera de sus vanidades y quemar todos los vestigios de sus absurdas impertinencias. Recostada sobre una arcillosa roca del paisaje de Agost, Nelson acariciaba su pelo con dejadez cubana. Con voz queda e insinuante le dijo: "Carla, yo te amo". Y dejando atrás composturas, hipocresías y sonrisas artificiosas, ella lo cogió de la mano y escondidos entre unos arbustos disfrutaron del climax mediterráneo. Nunca una lengua fue tan locuaz...

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