Vuelve a perseguirme tu recuerdo
como un lazo pactado en la distancia
con la fuerza de un nudo marinero
que en el barco del tiempo que perdimos
ha amarrado en la proa de tus besos
un salado y siniestro cabestrante.
No quiero que tu nombre me domine
con la presteza de una abitadura
pero me muero por beber tu sangre
de marino tatuado por la vida.
Hay en mi cuerpo un ansia plañidera
que invita a echar el ancla entre tus piernas.
Tu piélago es noctámbulo y extenso
como el viento galeno.
Antes que la sonrisa trace un rictus
doloroso en el destino
tenemos que lanzar nuestros palangres
al océnao de nuestras fantasías.
domingo, 24 de mayo de 2009
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