domingo, 9 de noviembre de 2008

POEMAS DE NOVIEMBRE

SONETO FINAL

Todo se terminó con un soneto
que condensó el amor más genuino,
un hermoso poema al ser divino
que sonaba tan lindo como un dueto.

Mas no hallando cariño ni respeto
se alejó para siempre del camino
y solapó su perfume ambarino
con un aroma tácito y secreto.

Para saldar las deudas axfisiantes
no habrá bastante tiempo en esta vida,
la esperanza y la luz yacen distantes.

Olvidados los cálidos instantes,
sólo queda una eterna despedida
escrita en estos versos elegantes.


MALTRATO

Todo aquel que maltrata, veja y mata
ha de ser con justicia condenado,
ha de ser, con arrojo, delatado.

La duda significa un nuevo golpe,
la paciencia un paso atrás en el camino.
Alza tu mano y señala al asesino,
al cobarde, al ingrato, al ignorante.
Huye de aquel que te arroja al negro abismo
del dolor, de la pena, del espanto
y denuncia la causa de tu llanto
con fuerza, con dureza, con coraje.




TAN CERCANO QUE DUELE

Siempre estaré al lado del que fue conmigo uno solo en la espuma del océano

He querido expresar la cercanía
de alguien que sin piedad traiciona
y se burla sin vergüenza ni decoro
de aquel por el que cada día
bebe y come.
Revela sus recónditos secretos,
se ríe al comprobar su felonía
y hasta vende a buen precio sus mentiras.






PREGUNTAS INTERNAS

Me pregunto, por aquello que me cuentan
sobre pistas de hielo madrileñas,
caprichos en estancia hospitalaria,
discusiones absurdas y continuas
y familia esperando tras la puerta,
si ese tipo al que admiro en la distancia
se merece las flores que le ofrezco.
Me cuestiono qué tremendos dolores
tuvo que sufrir en otras vidas,
qué niñez de odios latentes
encierra su adocenada sonrisa,
qué dulce corazón bombea tras su ira.
No sé si cuando cada noche apoya
sobre la almohada su bella cabeza
siente entre su pecho una honda pena
y se ahoga, y llora, y suspira
y recuerda que no posee nada
de lo que deseó una tarde de agosto,
el día en que se cayó de su caballo.
Me gustaría pensar que la fachada
de flamante divo, soberbio y vanidoso,
a veces extremadamente petulante por vicio,
esconde un hombre que late por asuntos sencillos
como el tiempo de cocción del arroz
en el risotto de setas
o los cariños de su perro
algún domingo por la mañana.

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