BOLEROS
Sé muy bien que la distancia es el olvido
y que no se vive solamente una vez.
Yo escuché su voz en todos los boleros
y lloré su ausencia en todas las canciones
hasta ser víctima del más tremendo hastío.
Sé muy bien que no hay nadie encadenado
y que no escribiré su nombre en las paredes,
que todo se concreta en algo muy sencillo:
en aquel camino verde que ya no va a la ermita
han seguido floreciendo las margaritas
y ya no insisto en su amor que se perdió en la nada.
Sé muy bien que la historia de toda una vida
no se puede resumir con tres palabras
y que, en todo caso, estos tres vocablos
ya no serán jamás: ¡Cuánto te quiero!
LA DIGNIDAD
El mantenimiento de la dignidad
nunca estuvo exento
de un acercamiento a la ternura
por parte de aquéllos que piensan
que ocupan posiciones elevadas,
por parte de aquéllos que se ven en la cima
de un mundo que apesta
a colonia diseñada
por actores y modistos vanguardistas.
Es difícil apartarse del juego
que nos proponen los que tienen el dinero
y seguir en nuestro firme compromiso
de cambiar el tufo a mafia corrompida
que inunda las ciudades.
SOLIDARIDAD RENTABLE
Sé que hay gente que rentabiliza
al máximo su solidaridad.
Venden su sonriente rostro
entre niños hambrientos
y después, viendo su foto,
son tan convincentes, que hasta ellos
se creen que son muy buenos.
Les gusta mostrar en las revistas
sus caritativos gestos
y después se marchan a sus casas
pensando en sus magnánimas hazañas
que les reportan numerosos euros.
Se sienten invencibles, poderosos.
Son héroes del error, de la mentira.
Que mientras por los ricos sean comprados,
no llegarán al pobre las ayudas
y seguirá creciendo el desamparo.
ESTAMPA DE AGOSTO
El cerro dominaba la ensenada
y preso de la luz, en lontananza,
barría las tristezas al instante
prodigando besos a la niña,
que gozó de la bella alegoría
que supuso acercarse a la templanza
de la tibia mañana alicantina.
Así fue como, vencida la añoranza
por aquel que fue su amor en otras vidas,
pudo ganar un pulso a la tristeza.
Una gaviota volaba distraída
sobre el lomo canela de su perro.
Los peces en el agua sonreían,
las olas entonaban melodías
vibrantes y serenas,
muy suaves, muy ligeras,
con sones de otros tiempos.
Unos niños alzaban, silenciosos,
efímeros castillos en la arena.
La niña recogió sus artilugios
y partió de la playa
alegre y renovada,
envuelta en su marítima esperanza.
CASI UN NIÑO
Esta tarde he bajado a los contenedores
a tirar unas ropas que ya no me sirven.
Las he depositado en un lateral
entre los recipientes para el reciclado
de plástico y papeles.
Me han mirado unos ojos muy negros.
Él estaba sentado en el suelo.
Devoraba un trozo de bollo enmohecido
con ansia de meses y dolor de años.
Me ha acompañado al bar de la esquina
y le he comprado un bocadillo de tortilla.
He vuelto a mi casa con la pena dentro.
He mirado atrás para ver al niño.
Muy cerca del parque, comía llorando.
Comprar bocadillos no nos hace santos.
PARTO
Es cierto que en el grito lastimero
que la madre profiere al dar la vida,
fluye la maravilla presentida,
vibra la plenitud de lo primero.
Explota el mundo en el gemir certero.
Brota clamoroso el lirio de la herida.
Es para la mjuer, una salida;
para la nueva luz, un sonajero.
Fiel la naturaleza se estremece
y acoge al nuevo ser en la ternura
donde una melodía ya lo mece.
Un aluvión de júbilo parece
que en el vientre remueve su bravura
y tras el aguacero, se enmudece.
UNA TARDE DE SEPTIEMBRE
A veces me respondo a preguntas eternas
con sonrisas y besos,
con lágrimas sinceras.
El tiempo va pasando y valoras los hechos
que antes ignorabas.
Esa tarde tan bella
fue triste y dadivosa.
Él leía a Neruda:
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Conseguimos llorar la amarga pena
que anudó nuestros pechos
desde antaño.
Su juventud vibraba en cada verso:
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
Su dolor era inmenso.
Desde el otro lado,
yo pude percibirlo.
Sus lágrimas fluían,
seguras y certeras.
Resbalaban tranquilas
por sus tiernas mejillas.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Los demás lo miraban,
me pedían clemencia.
Yo absorbí su tristeza,
me tragué su dolencia
y la convertí en brisa de otoño.
Terminó su lectura:
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Abandonó la mesa.
Cuando ya me marchaba,
su mano adolescente
me presionó en el hombro.
Pude ver en su rostro
un aire renovado
mientras besó mi cara.
Con una voz ahogada,
su boca dijo: "Gracias".
Quise darle mi vida,
mis sueños, mis poemas,
mi perro, mi alegría.
Mas debía dejarle vivir su propia angustia,
dulcificada al fin por la poesía.
EL REGALO
Ha llegado el día en que la vida sepa
a dulces carcajadas, a besos celestiales.
No ha sido un regalo, han sido quince,
quince flores con nombre y sello propio,
quince abrazos que son quince creaciones
con quince adivinanzas escondidas.
Partituras de sueños esperados
en días anegados por el llanto,
sin saber que una herencia de versos
nos latía aguardando.
Sonríe en las alturas, sangre mía,
porque se oirán los sones de tus cantos
con la fuerza que otorga la alegría,
con la verdad corriendo por las venas,
con el recuerdo de tu voz amada.
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